EL PAPEL DE LOS INTELECTUALES. PROPUESTA DE DEBATE

SIGNIFICADO DEL TÉRMINO:

Intelectual es el que se dedica al estudio y la reflexión crítica sobre la realidad, y comunica sus ideas con la pretensión de influir en ella, alcanzando cierto estatus de autoridad ante la opinión pública. Proveniente del mundo de la cultura, como creador o mediador, interviene en el mundo de la política al defender propuestas o denunciar injusticias concretas, además de producir o extender ideologías y defender unos u otros valores. (Wikipedia)

“El real o “verdadero” intelectual es siempre un intruso (outsider), que vive en un exilio autoimpuesto, en los márgenes de la sociedad”. (Edward Said)

2. EL ORÍGEN DEL TÉRMINO

El término fue acuñado en Francia durante el llamado affaire Dreyfus (finales del siglo XIX), inicialmente como un calificativo peyorativo que los anti-dreyfusistas (Maurice Barrès o Ferdinand Brunetière) utilizaban despectivamente para designar al conjunto de personajes de la ciencia, el arte y la cultura (Émile ZolaOctave Mirbeau, o Anatole France) que apoyaban la liberación del capitán judío Alfred Dreyfus acusado injustamente de traición.

DEBATES ENTRE INTELECTUALES A LO LARGO DEL SIGLO XX:

    A. EN TORNO LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

El estallido de la primera Guerra Mundial motivó tomas de posición de escritores, artistas y científicos que, en su mayoría, acompañaron con matices diversos el patriotismo que rodeó el comienzo del conflicto. Abordamos aquí las elaboraciones de dos escritores –Thomas Mann y Romain Rolland– que tomaron caminos divergentes y produjeron trabajos de mucho impacto que, posteriormente, trascendieron como fundamento de corrientes intelectuales y políticas de peso. Mann, germanófilo vehemente en 1914, influyó de manera considerable en la “revolución conservadora” alemana que desembocó en el triunfo del nacional-socialismo, aunque él se haya apartado desde 1922 con su “giro democrático”. Rolland, a su vez, con su rechazo radical de la guerra fue el centro del espiritualismo humanista que luego acompañaría vigorosamente la lucha antifascista.

    B. LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

la Guerra Civil Española fue una ocasión señalada para el alineamiento de los intelectuales de todo el mundo en su apoyo a uno u otro bando.

La Alianza de Intelectuales Antifascistas consiguió realizar reuniones internacionales de apoyo en Madrid y Barcelona en julio de 1937, con la presencia de HemingwayMalrauxNerudaVallejoOctavio PazLouis Aragón, etc. Fue muy larga la nómina de los intelectuales o artistas de todos los ámbitos que pasaron por la retaguardia republicana: Errol FlynnJohn Dos PassosKsawery PruszyńskiHermann Joseph MullerGeorge Orwell, etc.

Por su parte, destacados intelectuales de ideología opuesta (desde el fascismo, desde el catolicismo o desde el conservadurismo), como Céline o Bernanos, apoyaron, con mayores o menores matices, al bando franquista; aunque no consiguieron tanta repercusión como la del bando perdedor. Lo mismo puede decirse de la trágica división de la intelectualidad española (ejemplificada en la separación de los hermanos Machado –Antonio y Manuel), aunque entre los dos bandos se situó un número significativo, que no se sentía cómodo en ninguno (la denominada Tercera España): significativamente, los tres fundadores de la Agrupación al Servicio de la República (un claro ejemplo del papel de los intelectuales en la vida pública: OrtegaMarañón y Pérez de Ayala), se fueron distanciando del bando republicano, y tras la victoria de Franco procuraron una discreta integración en la vida intelectual del interior. La figura de Ortega, plenamente integrada en la intelectualidad europea, se había hecho notar desde su juventud, por una significativa polémica con Unamuno (sobre “europeizar España o españolizar Europa” –que inventen ellos-), inserta en el más amplio desarrollo del debate intelectual sobre el ser de España. Pocos años después de la guerra, a pesar del mantenimiento de la dictadura de Franco y del exilio, se produjo la reconciliación entre la intelectualidad desencantada de ambos bandos: la falangista de Escorial y la republicana de Hora de España.

    C.  LA GUERRA FRÍA Y EL INTELECTUAL ORGÁNICO

El realineamiento que produjo la Segunda Guerra Mundial, y la victoria de los aliados en 1945, supuso la depuración de los intelectuales filofascistas, con alguna sonora polémica  La guerra fría determinó una nueva y distinta división del mundo en dos bloques, y con el de los intelectuales. La reflexión sobre los horrores pasados (especialmente el Holocausto) y los presentes (amenaza nuclear –Manifiesto Russell-Einstein, 1955-, guerra de Coreaguerra de Vietnam) permitieron a Albert Camus bautizarla como la era del miedo​. (Fromm acuñó la expresión miedo a la libertad -1941-).

En terminología marxista, particularmente desarrollada por Gramsci, la labor del intelectual es, bien la justificación ideológica de la superestructura político-ideológica existente, en beneficio del predominio social de la clases dominantes; bien su crítica, en beneficio de las clases dominadas. Sobre todo en este último caso, el intelectual, aún proviniendo personalmente de una clase superior, puede optar por el compromiso con la condición de los más desfavorecidos, trabajando intelectualmente para ellos como intelectual orgánico, lo que incluye su desclasamiento. Así se entendería la posición del propio Karl Marx. Es más habitual el caso contrario: el desclasamiento de un intelectual personalmente proveniente de una clase inferior que pasa a identificarse con los intereses de la clase dominante. ​

No obstante, el desprecio y la desconfianza por la condición del intelectual fue una constante del movimiento obrero en general y del comunismo en particular, sobre todo durante el estalinismo. En esa época coinicidir con el intelectualismo entendido como actitud filosófica) era uno de los desviacionismos perseguidos y reprimidos mediante violentas purgas; oponiéndolo al obrerismo, la valoración de la condición de los que se habían formado en la lucha del movimiento obrero desde el trabajo manual. En el entorno de la española Dolores Ibárruri (La Pasionaria) durante su exilio en la Unión Soviética se acuñó la expresión, utilizada como insulto, intelectuales cabezas de chorlito. Otra similar, muy extendida, era tonto útil.  También solía asociarse con el concepto genérico de pequeñoburgués.

     D.LA POLÉMICA SARTRE-CAMUS

Fueron buenos amigos, pero una polémica intelectual y política destrozó su amistad para siempre. Desde entonces, uno se posiciona a favor de Albert Camus o de Jean-Paul Sartre. Los dos eran pensadores célebres en un lugar y una época, la Francia de los años cincuenta, en la que los grandes filósofos disfrutaban de una fama comparable a la de las estrellas de rock.

Ambos fueron grandes figuras de la izquierda, pero en lo demás no se parecían mucho. Camus (1913-60) era un provinciano procedente de una Argelia que todavía no había alcanzado la independencia. Había crecido en un ambiente de privaciones, sin agua corriente o electricidad. Menos aún libros. Por supuesto. Sartre (1905-80) estudió en la elitista École Normale Supérieure de París.

En los años oscuros de la Segunda Guerra Mundial, Camus luchó contra los alemanes a través de Combat, un periódico clandestino que llegó a tirar doscientos cincuenta mil ejemplares. Sartre, en cambio, publicó algún artículo en prensa dirigida por colaboracionistas. Tampoco dudó en estrenar una pieza en territorio ocupado, en un teatro que había dejado de llamarse Sarah Bernhardt por los orígenes judíos de esta gran diva de la escena.

Los dos hombres se conocieron en plena guerra, cuando ya se habían leído el uno al otro. Congeniaron, aunque Sartre no dejó de mirar por encima del hombro a un tipo que le parecía divertido, pero demasiado vulgar. Si bien admiraba su faceta de novelista, como filósofo le parecía un amateur. Su compañera, Simone de Beauvoir, compartía este sentimiento ambivalente. Disfrutaba enormemente con la amena compañía de Camus, pero pensaba que tenía “un punto de maleante de Argel, un poco camorrero”.

Tras la Liberación, tal vez para hacer olvidar su poco memorable actuación durante la guerra, Sartre pidió mano dura con los colaboracionistas: circunstancias excepcionales exigían medidas extremas. Camus, por su parte, se opuso a la utilización de la pena capital.

Estas y otras diferencias no implicaron una ruptura personal, pero en 1951 todo cambió. Camus publicó El hombre rebelde. Este polémico ensayo, un ataque en toda regla a la izquierda estalinista, soliviantó a Sartre. Indignado, el autor de La náusea no se dignó a responder por sí mismo. Encargó al filósofo Francis Jeanson una durísima diatriba que apareció en Les Temps Modernes, revista que dirigía el propio Sartre y referencia indiscutible en la vida intelectual francesa.

Camus esperaba una mala crítica, no una andanada de tal calibre. Dolido, decidió tomar la pluma para defenderse. Su respuesta apareció también en Les Temps Modernes, junto a una réplica de Sartre y un artículo de Jeanson.

Ya era oficial. Había estallado una controversia que sobrepasaría los círculos restringidos de los pensadores para llegar a la prensa sensacionalista. Samedi-Soir, un medio con mujeres atractivas en portada, informaría de que el divorcio entre Camus y Sartre se había consumado.

Las palabras se convirtieron en auténticos navajazos. Sartre, con ostensible condescendencia, le dijo al autor de La peste que nadie hasta ese momento se había atrevido a decirle una necesaria verdad: en el terreno filosófico demostraba una incompetencia manifiesta. No razonaba con rigor y se refugiaba en planteamientos moralistas, lejos de la política real. A su juicio, defendía los valores de la burguesía, no los del socialismo.

El debate no se quedó en el terreno de las ideas. Los dos contendientes llevaron su pugna al terreno personal a través de amargos reproches. Camus, de forma velada pero inequívoca, le recordó a Sartre que durante la guerra había estado muy lejos de ser un héroe. Sartre, a su vez, acusó a su adversario de falta de autenticidad. ¿Cómo se atrevía a hablar en nombre de los desheredados cuando en realidad era un burgués? Se comportaba, en su opinión, como un traidor a la clase obrera. Puesto que criticaba al partido comunista y este era el partido de los trabajadores, la única conclusión posible era que también estaba en contra del proletariado.

El enfrentamiento, sin duda, castigó sobre todo a Camus; fue el que salió peor parado. Como era un autor de éxito, a muchos escritores les encantaba la idea de que le vapulearan y le bajaran los humos. Simone de Beauvoir, en su novela Los mandarines (1954), lo ridiculizó a través del personaje de Henri Perron, inspirado con claridad en él, mientras que Robert Dubreuilh era el alter ego de Sartre. Según Olivier Todd, biógrafo de Camus, Beauvoir hizo de Dubreuilh un sol y de Perron un pequeño planeta.

Faltaban aún décadas para que el clima intelectual cambiara y fuese mayoritario el conjunto de quienes dan la razón a Camus, revalorizándolo por su lucidez frente a los peligros del totalitarismo de cualquier signo, ya fuera de derechas o de izquierdas.

La guerra de Argelia (1954-62) agudizó aún más la confrontación entre las dos grandes estrellas de la intelectualidad francesa. Para Sartre, los rebeldes del Frente de Liberación Nacional tenían derecho a tomar las armas contra la metrópoli en nombre del anticolonialismo. Camus rechazaba de plano los métodos violentos. Creía que los europeos y los norteafricanos debían disfrutar de los mismos derechos, pero no en una independencia que juzgaba prematura, por la pobreza del territorio y la presencia de ciertas corrientes islamistas que le parecían reaccionarias.

Sartre llegó a pensar que su antiguo amigo se había vuelto “completamente insoportable”. No obstante, pese a la ruptura, siguió admirando su talento literario. Cuando Camus murió inesperadamente en 1960, víctima de un accidente de tráfico, le dedicó un obituario generoso, aunque no del todo sincero (él mismo afirmaría que había exagerado en sus elogios). Más tarde faltaría a la verdad al decir, contra toda evidencia, que él nunca le había hecho “cabronadas” a Camus. ¿Reconstruía el pasado a su gusto?

Con el tiempo, presentó a su rival como su “último mejor amigo”. Tal vez solo jugara a mostrarse ante el mundo como un magnánimo vencedor. O quizá, en el fondo, echara realmente de menos a su viejo colega.

¿LA DESAPARICIÓN DE LOS INTELECTUALES

Acaso la expresión sea un tanto excesiva pero no cabe duda de que cabe hablar de crisis. Entre sus causas cabe citar:

– una de las principales lecciones de nuestro trágico siglo XX, que ha visto tantos millones de vidas humanas sacrificadas en proyectos para mejorar el destino de la humanidad, es: cuidado con lo intelectuales. Y eso es así porque con frecuencia olvidan con una frecuencia las personas importan más que los conceptos. Hay que huir del peor de los despotismos: “la tiranía desalmada de las ideas”. Para referirnos al siglo XXI, hay que huir de los identitarios terroristas o los nacionalistas radicales.. Es decir, huir de una peligrosa inclinación hacia la ingeniería social en el utopismo.

– predominio del relativismo y la desaparición de ideas vinculadas a la verdad científica o a la verdad a secas ( la época de la posverdad)

– tendencia hacia el pensamiento único, hacia la homogeneidad de la opinión, e inicio de la deriva hacia lo emotivo, lo obligatorio, lo ineluctable. Una vez hallada la verdad moral incontrovertible, y una vez determinada la identidad de la víctima del caso, el resto es rutina: la conversación puede terminar. Ello origina una extremada rigidez con la disidencia y la proliferación de una cultura de la sospecha frente a todos los que ponen en cuestión la hegemonía de ciertas verdades. Y si hay algo que caracterizó al intelectual es la puesta en cuestión del mundo que le venía dado.

– el papel de las redes sociales, donde todo el mundo opina sobre lo divino y lo humano y donde se pretende que todas las opiniones valen o mismo y son equiparables. En este sentido acaso venga bien la cita de Umberto Eco:

“Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”. 

Pero muchos piensan que los intelectuales no es que desaparezcan sino que mutan. Y así aparece un cierto reformismo pragmático, una huida de soluciones simplistas y extremas, de explicaciones cerradas, de dogmatismo, determinismo o ingenuidad moralista bienintencionada. Buena prueba de ello sería el reciente Manifiesto de Euston, en el que un grupo de intelectuales firmantes dicen cosas como: la identificación con la democracia, la reivindicación de la pluralidad, la oposición a la tiranía (se ejerza en nombre de lo que se ejerza). Y también un compromiso sin fisuras con la defensa de los derechos humanos y de la igualdad. Destaca la referencia a una solución justa (dos estados) al conflicto palestino-israelí (en lugar del antisemitismo larvado de muchas soluciones “taxativas”. Por fin, el manifiesto hace explícita su oposición al racismo, al antiamericanismo superficial, al terrorismo, al negacionismo histórico de fascismos y comunismos, al fanatismo y al dogmatismo y, paralelamente, una vindicación de la libertad, la crítica y el diálogo abierto. Un programa, como puede verse, fuertemente ligado a la democracia en su versión progresista e igualmente alejado de la izquierda populista, posmoderna, culturalista o tradicional, y de la derecha neoconservadora, xenófoba o igualmente populista. Un programa que podría llamar la atención, e incluso concitar quizás un apoyo parcial, de grupos de centralitas, neoliberales y conservadores.

 PROPUESTAS DE ACUERDO

Así que, ciertamente, los intelectuales podrían desempeñar una importante función en el mundo actual, con tal de que se comprometieran en la defensa, el apoyo y la difusión de los siguientes valores:

– Independencia frente a todo tipo de poder, especialmente de aquellos que no son resultado de la soberanía popular manifestada en procesos electorales de absoluta limpieza democrática. Naturalmente eso pone en cuestión la figura del denominado “intelectual orgánico”.

– Defensa del sistema democrático frente a cualquier tentación totalitaria, bien de tipo clásico (fascismo y comunismo) o en su versión populista, tanto de derechas como de izquierdas, por basarse en líderes providencialistas, voluntarismo de caudillos,  oligarquías.

– Crítica y denuncia de todo tipo de corruptelas, especialmente las realizadas desde el poder político.

– Oposición a todo tipo de censuras, tanto las realizadas desde los poderes tradicionales (políticos o religiosos) como las que se derivan de la denominada “corrección política.

– Defensa insobornable de los derechos humanos

– Oposición frente a la pena de muerte, tortura y tratos inhumanos y degradantes

– Defensa y protección de todo tipo de creación cultural independiente

– Defensa de la libertad de expresión sobre todo a través de una prensa libre e independiente

– Crítica de todo tipo de multiculturalismo que ponga en cuestión la defensa de los derechos humanos antes aludida.

– Oposición a los nacionalismos excluyentes

– Oposición a todo tipo de fundamentalismo religioso o político, especialmente aquellos que conllevan la exclusión de nuestros conciudadanos

Pepe Raya

 

 

 

 

 

 

 

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