El 18 de mayo de 1779, en la Ópera de París, se estrenó Ifigenia en Táuride. Era la nueva ópera de Christoph Willibald Gluck sobre la gran tragedia de Eurípides. La obra, paradójicamente, desde la noche del estreno fue encumbrada por los intelectuales y el público burgués de la Francia prerrevolucionaria. Como el esperado camino con el que la música se adaptaba a los nuevos tiempos de cambio y libertad. A la vez, en los palcos de María Antonieta y su corte la recibían encantados como la nueva joya protegida por la Corona.

Y es que el genio de Gluck logró crear una obra que, de alguna manera, conectó con algo que se venía respirando desde hacía tiempo y que supuso un punto de inflexión en el devenir de la ópera y el corazón del canto. El martes día 28 veremos el fascinante recorrido que la música escénica realizó para llegar a esta obra genial.