VOLVEMOS en SEPTIEMBRE: felices vacaciones
El Ateneo hace un descanso en el tramo más caluroso del año. Días en que el grueso de ateneístas aprovechan para retomar energías y disfrutar de otros espacios. A partir
Presentación del libro “La memoria en llamas” de Antonio Díaz, el acto será conducido por Jose Antonio García Conde, y habrá una actuación musical del grupo Jarabe de Arte.
Curriculum Antonio Díaz González
Antonio Díaz González nació en San Fernando, Cádiz, en 1958. Desde 1978 hasta 2010 trabajó como técnico de telecomunicaciones. En 2006 ingresó en la Escuela de Letras Libres de Miguel Ángel García Argüez, donde colaboró en la publicación de varios trabajos colectivos como Aspas, Raspas de pez, Aguarrás, Teoría de Cuerdas, Fantasmas o Patologías.
Ha participado activamente con sus textos en el blog Letras Libres con el seudónimo de Alinando y en su blog personal Ora Maritima Costa de Cádiz.
Cofundador del Colectivo Letras Libres, organizó y participó activamente desde su inicio en multitud de actos literarios como Salyarte, en trabajos colectivos como Frontales Palabras Pinceladas, Amores o Klandestinos y en la organización de concursos literarios como el Memorial Isabel Muñoz. Ha colaborado en el diseño y organización del evento cultural Islacultura dentro de la Tertulia Literaria Rayuela de San Fernando y en diversos homenajes y eventos del Ateneo de Mairena del Aljarafe, donde participa en su Grupo Literario. Es miembro del Club de Letras de la Universidad de Cádiz y del consejo de redacción de su revista Specvlum, editada periódicamente en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
En 2014 publicó la novela Los años de la ballena.
Introducción La memoria en llamas
Por David Verdugo Abad
En este libro Antonio Díaz pone sobre la mesa una de sus especialidades: contar lo trascendente a través de lo popular. Con una mirada amable, nostálgica, que invita a la sonrisa cómplice más que al drama sensiblero, vemos como Alinandito conoce la enfermedad y la muerte en El abuelo del Mori o descubre el amor y el sexo al amparo de un seiscientos. Es este un personaje fetiche del autor, protagonista de varios relatos. Todos transcurren en el San Fernando de los años 60-70, recreado con voluntad detallista en un escaparate de imágenes, olores y sabores que nos colocan de un plumazo en el contexto. Alinando, el Congui y el Mori, Nafri, Pepi, el quiosco del Múo o ese museo de los tesoros que es el ultramarinos de Vicente el bizco configuran un universo de ficción (¿o tal vez no?) vivo y palpitante, que pone de relieve la magia de la imaginación, y el misterio de las miserias y las pasiones humanas. En otros relatos, lo cotidiano sirve de trampolín a lo insólito o lo desconcertante. Una madre castiga a su hijo dejándolo en casa de su vecino guardia civil más tiempo de lo que cabría esperar; o una amante ardiente se cuela en un torrente sanguíneo calcinando glóbulos y leucocitos; las punzadas son libélulas que salen volando hasta posarse en un cuerpo y se tornan quemazón o escalofrío. Por su parte Día soleado es una escena aparentemente tranquila, narrada con la pericia para refl ejar el día a día que tiene el autor, y entonces este nos va dejando miguitas de asombro que excitan nuestra curiosidad para acabar llevándonos a la trampa de un desenlace misterioso y fatal, resuelto en un par de líneas en las que la ausencia de detalles nos sume en un vacío y una angustia desoladores. Por último, no puedo dejar de mencionar el aroma poético que impregna el libro, jugando en ocasiones en la frontera entre la prosa y la poesía (Teoría de Cuerdas, Viaje subterráneo) o a través de las pinceladas metafóricas o aforísticas con las que Antonio Díaz (o el poeta que lleva dentro el narrador Antonio Diaz) salpica los textos más extensos y puramente narrativos. Todas estas piezas están soldadas entre sí con el segundo elemento del título: las llamas, es decir, el fuego. Como parte de la escenografía, elemento argumental o quizá como el protagonista secreto de esta obra, el fuego aparece cada vez con un disfraz distinto. Lo oímos crepitar en la hoguera de un pueblo nómada en el desierto, resucitando un potaje de berzas con un puñaíto de arroz, o consumiendo a un Juan y una Juana con la mediación de Santa Rita. Sus chispas se asoman por el lenguaje, cabalgando a lomos del amor o el deseo. Bautiza a las dos Candelas, niñas que transgreden las reglas de la vida y la literatura. Se alía con el vigoroso sol andaluz en los relatos veraniegos, dorando los cuerpos de ese Chano y Rosario, del Congui y el Mori. Y finalmente aparece en su expresión más terrible, asolando un poblado chabolista y un bosque, pero a la vez haciendo de antorcha que revela un camino secreto hacia el pasado, hacia ese lugar oculto donde sigue existiendo todo aquello que un día fuimos, preservando el legado de las gentes humildes y anónimas de todas las épocas. Así es la paradoja de la memoria y el fuego. Solo en contadas ocasiones, en manos de un auténtico mago de las palabras, es posible domarlos. Antonio Díaz lo ha conseguido.
David Verdugo Abad